Hace un poco más de un año celebrábamos el bicentenario de la república. Inauguraciones, y actos oficiales adornaban este evento, que la prensa comparaba con su similar de cien años antes, el centenario. Y dentro de todo este ambiente, no fueron poca las publicaciones que invitaron a reflexionar sobre cómo encontraría al país la misma festividad, pero en cien años más. Sobre esto, muchas personalidades expresaron ideas a trabajar en los años que vienen, y buenos deseos para la situación tanto nacional e internacional del país, y por qué no, del continente y del mundo.
Si supieran…
El Santiago del Tricentenario
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TRICENTENARIO nos proporciona una ventana hacia esta efeméride, permitiéndonos vislumbrar lo que estos opinantes no pueden. Podremos ver cambios impensados (o tal vez no tanto) en nuestras ciudades. Un Valparaíso en que el cuidado entorno antiguo y protegido por su valor patrimonial debe convivir con enormes rascacielos que poca relación guardan con la herencia urbanística del puerto, y donde la escalada de crecimiento del espectáculo pirotécnico de fin de años ha llegado a niveles absurdos. Al mismo tiempo, nos veremos enfrentados a un Santiago que finalmente se vio obligado a dejar de crecer lateralmente y empezar a crecer hacia arriba, formando de esta forma una enmarañada telaraña de pasarelas y puentes entre cientos de rascacielos de varios kilómetros de altura, que emergen por sobre una espesa e impenetrable nube de smog que cubre las ruinas de lo que ahora sería la primera versión, fracasada, de la ciudad. El diseño de la nueva capital y de la ciudad puerto nos presenta un saturado tráfico de autos voladores, y anuncios luminosos similares a los que vemos hoy por parte de grandes empresas y multinacionales anunciando sus productos. Sin embargo, ahora el origen de estos anuncios es distinto.
Vicente Lobos recorre las alturas del Santiago del Tricentenario
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TRICENTENARIO nos muestra un país en donde la farándula es una industria potentísima, que marca el imaginario colectivo y genera oportunidades de movilidad social a quienes presenten los atributos necesarios, tanto físicos como de carisma, como nunca antes. Esto, que a primera vista no parece muy distinto a lo que vemos el día de hoy, se ve potenciados por el mayor alcance de los medios de comunicación, ahora capaces por medio de la tecnología de presentar imágenes en tres dimensiones en los salones de los telespectadores, y de generar mundos más allá de lo posible para que interactúen los participantes que ahora llegan hasta arriesgar su vida con tal de entrar al dudosamente célebre círculo de “los famosos”.
Vicente Lobos en el corazón del Santiago del Tricentenario
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Muy cerca de la farándula, TRICENTENARIO nos presenta una industria del sexo que no es muy distinta a lo que vemos hoy, pero que ahora se presenta de manera mucho más abierta ante la gente. Si en los últimos años nos acostumbramos a encontrar agencias de escorts de lujo en Internet, en cien años más las veremos operando a vista de todos como cualquier empresa, e incluso buscando financiamiento en el sistema financiero formal. Si hoy, dentro de sus servicios, encontramos ofertas para satisfacer distintas fijaciones y fetiches, para el tricentenario las veremos ofreciendo de una forma aún más extrema una promesa de valor similar, pero ahora potenciadas por la tecnología y la ingeniería genética. El transeúnte casual podrá tener una vista de esto a nivel de la calle en aquellas verdaderas instituciones nacionales que son los cafés con piernas, los cuales seguirán presentes en cien años más.
Vicente Lobos en la oficina de su amigo Walberto Cañete
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En la política, TRICENTENARIO nos muestra un país que ha seguido transitando por la ruta que se ha trazado en los últimos años. Sin duda que esto generará grandes cambios tecnológicos y en la forma de vida de la gente, pero también podremos ver que los efectos colaterales de esta estrategia también se mantendrán bajo otras formas. La desigualdad tomará nuevas formas, distintas a las actuales, aunque muchos podrían decir que a la larga son muy parecidas. Las externalidades del crecimiento económico, como la contaminación, encontrarán en el mismo mercado una forma de ser atacadas, en línea con la estrategia de un estado que, con el objeto de volverse lo más eficiente posible, llega a externalizar funciones que sería difícil de imaginar de esta forma en la actualidad.
Vicente Lobos en su despacho en Valparaíso
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De la misma manera en que lo hace ahora, TRICENTENARIO nos muestra un país que basa su desarrollo en ampliar su mercado potencial, apostando con fuerza por el comercio exterior. Para esto, y basándose en el conocimiento que ha adquirido a través de décadas, se continúa con la práctica de firmar tratados de libre comercio. El punto ahora es, ¿qué país queda en el planeta con quien no se haya firmado aún un tratado de este tipo? Porque si no queda ninguno, habrá que buscarlo fuera de él.
Es en este país del futuro, marcado por la competencia para subsistir, con políticos que miran por sobre el individuo para cumplir sus objetivos que, un poco más de un año antes de llegar a la fecha esperada, un detective privado que vive en Valparaíso, barato, pero astuto como pocos, está a punto de tomar un caso que es más de lo que parece en la superficie.
El Valparaíso del Tricentenario
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cuando viene la segunda parte
ResponderBorrarhola!
BorrarEl proximo año! :)
Claudio ¿cuántas partes son? yo tengo sólo la primera.
ResponderBorrarHola. Son dos partes.
BorrarLa conclusion esta en produccion... esperamos tenerla lista en algun punto del proximo año.